JMJ SEUL 2027

“Vendrán muchos pueblos, y dirán: ‘Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas.’ Porque de Sión saldrá la instrucción, de Jerusalén la palabra del Señor.” 

Peregrinar es mucho más que un simple viaje. Es una invitación a desconectarse de la rutina diaria, a encontrar un espacio de pausa y reflexión. Es un tiempo para reconectar contigo mismo, con los demás y, sobre todo, con Dios. Cada destino abre una puerta a nuevas experiencias, encuentros y recuerdos, pero cuando se viaja como peregrino, lo extraordinario se transforma en algo profundamente espiritual. 

En lo profundo del corazón de cada peregrino, hay un anhelo de algo más grande, una búsqueda de lo eterno. Ese susurro interior nos invita a dejar atrás lo cotidiano y emprender un camino de fe. Desde tiempos antiguos, los cristianos han recorrido senderos sagrados, no solo para contemplar la belleza de un lugar, sino para sumergirse en la presencia viva de Dios. Peregrinar no es simplemente moverse de un lugar a otro, sino caminar con propósito. Es una oportunidad de abrir el corazón, de renovar la fe y de experimentar la gracia en cada paso. A través de la peregrinación, respondemos al llamado de Dios que nos invita a encontrarnos con Él en lugares santos, transformando el viaje en una experiencia de profunda comunión.

Una peregrinación es un regalo para el alma. Nos permite reencontrarnos con lo que realmente importa: la conexión con nuestro Creador, la renovación de nuestro espíritu y la certeza de que nuestra vida tiene un propósito eterno. Más allá de la historia, el arte o la naturaleza que un lugar pueda ofrecer, la peregrinación es un camino de transformación, un encuentro con lo sagrado que deja frutos duraderos en nuestra vida.