Ruta Mariana: Un Camino de Fe y devoción a María...
He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
(Lucas 1:38)*
La Ruta Mariana es mucho más que un recorrido turístico; es un camino de fe donde la devoción a la Virgen María se vive en cada paso. Este itinerario une cinco santuarios marianos de gran significado en España y Francia, donde millones de peregrinos han encontrado consuelo, inspiración y milagros. Desde la imponente montaña de Montserrat, donde la Virgen Negra acoge a sus hijos con ternura, hasta la fortaleza espiritual de El Pilar, cuna de la fe hispánica; pasando por la serenidad de Torreciudad, la fuente inagotable de esperanza en Lourdes, y la belleza de El Meritxell, símbolo de protección en los Pirineos.
Cada santuario es un encuentro con María, una oportunidad para agradecer, pedir y renovar el espíritu. A lo largo del camino, los peregrinos descubren la riqueza de la tradición mariana, disfrutan de impresionantes paisajes naturales y experimentan el abrazo maternal de la Virgen. Un viaje transformador que fortalece la fe y deja una huella imborrable en el corazón.
Cuatro rostros de una Madrea Fátima, Lourdes, Montserrat y El Pilar, un camino de amor mariano.
Cuatro Rostros de una Madre: Fátima, Lourdes, Montserrat, El Pilar y Covadonga, un camino de amor mariano
Una peregrinación única que te llevará a lo más profundo del corazón de María. Recorre con nosotros cinco santuarios emblemáticos donde la Virgen ha dejado una huella imborrable de amor, esperanza y consuelo: Fátima, Lourdes, Montserrat, El Pilar y Covadonga.
Este viaje no es solo un recorrido físico, sino un camino espiritual, un encuentro personal con la Madre de Dios en sus múltiples manifestaciones. Cada santuario es un rostro distinto de la misma Madre, que se revela a sus hijos según sus necesidades, su cultura y su historia, pero siempre con el mismo mensaje: “No tengas miedo, estoy contigo.”
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Fátima
En el corazón de Portugal, la Virgen se apareció a tres pastorcitos en 1917 para transmitir un mensaje de conversión, oración y paz. Fátima es el llamado urgente de una Madre que quiere llevar a la humanidad a los brazos de su Hijo. Allí vivirás el silencio, la luz de las velas, el rezo del Rosario y la paz que solo María sabe dar.
Lourdes
A los pies de los Pirineos franceses, la Virgen María se apareció a Santa Bernardita en 1858, dejando como regalo una fuente de agua milagrosa. Lourdes es el santuario de los enfermos, del consuelo y de la fe sencilla que todo lo espera de Dios. Vivirás el baño en las piscinas, las procesiones nocturnas, y la ternura de una Madre que cura el cuerpo y el alma.
Montserrat
En lo alto de las montañas catalanas, se encuentra la “Moreneta”, la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña. Este lugar es un canto a la belleza de la creación y a la maternidad cercana y protectora de María. Entre cantos del coro benedictino y vistas que elevan el espíritu, Montserrat es un remanso de oración, contemplación y comunión.
El Pilar
En Zaragoza, a orillas del Ebro, se levanta la primera advocación mariana de la historia: Nuestra Señora del Pilar, quien se apareció al apóstol Santiago para fortalecerlo en su misión. El Pilar es el santuario de la valentía, la fe misionera y el inicio de la evangelización de Hispania. Allí sentirás la firmeza de una Madre que sostiene y anima.
Covadonga
En el corazón de los Picos de Europa, se alza el Santuario de Covadonga, cuna espiritual de España. Allí, la Virgen guio y protegió a Don Pelayo en la primera gran victoria cristiana frente a los musulmanes. Covadonga representa la fe que renace, la esperanza en los momentos difíciles, y la protección maternal que nunca abandona a su pueblo. Rodeado de montañas y naturaleza majestuosa, este santuario es un símbolo de fortaleza, identidad y fe viva.
Un solo corazón, una sola Madre
Esta peregrinación es una oportunidad para renovar tu fe, sanar heridas, dar gracias y confiar nuevamente. Es una experiencia ideal para grupos parroquiales, familias, movimientos marianos y todos aquellos que deseen profundizar su relación con la Virgen María.
No es solo un viaje, es una experiencia transformadora bajo el manto de la Madre. Porque María, con sus distintos rostros, sigue saliendo al encuentro de sus hijos para decirles con ternura:
“Haced lo que Él os diga.” (Jn 2,5)
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