Iñigo López Sánchez, quién adoptaría el nombre de Ignacio, nació en 1491 en el castillo de Loyola en Azpeitia, población de Guipúzcoa (País Vasco, España). Su padre, don Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, y su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda. Era el más joven de once hijos.

Íñigo, a la muerte de su padre (con 16 años) entró al servicio de don Juan Velázquez de Cuéllar, contador mayor de la reina Isabel de Castilla. Por aquel entonces gustaba de los placeres de la carne y de los juegos del azar. En 1515, a los 24 años, cometió ciertos excesos, por lo que fue acusado de delitos que los documentos no especifican; con todo, salió bien librado y huyó de la escandaliza Azpeitia para refugiarse en Pamplona.

En 1516, a la muerte de Fernando el Católico y tras la subida al trono de Carlos I y V de Alemania, Juan Velázquez de Cuéllar fue destituido de su cargo y desposeído incluso de su feudo. Por lo que Iñigo fue encomendado entonces a don Antonio Manrique de Lara, virrey de Navarra.

LoyolaEn 1521, a los 30 años de edad, luchó contra los franceses en el norte de Castilla. Pero su carrera militar terminó abruptamente ese mismo año, cuando una bala de cañón le rompió la pierna durante la lucha en defensa del castillo de Pamplona. Después de que Iñigo fue herido, la guarnición española capituló. Fue llevado al castillo de su familia y se sometió a dolorosas cirugías debido a la fractura de su pierna.

Durante la convalecencia, con el objeto de distraerse, Iñigo quiso leer algunos libros de caballería, pero al no haber, se dedicó a leer la historia de Cristo y un volumen de vidas de santos. Iñigo los comenzó a leer para pasar el tiempo, pero poco a poco empezó a interesarse cada vez más. “. Finalmente, Iñigo decidió imitar a los santos y empezó por hacer toda penitencia corporal posible y llorando sus pecados.

Una noche, se le apareció la virgen. La visión consoló profundamente a Ignacio. A penas terminó su convalecencia, hizo una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, donde decidió llevar vida de penitente. Su propósito era llegar a Tierra Santa y para ello debía embarcarse en Barcelona que está muy cerca de Montserrat. La ciudad se encontraba cerrada por miedo a la peste que azotaba la región. Por lo que tuvo que esperar en Manresa, un pequeño pueblo no muy lejos de Barcelona. Se hospedó ahí, unas veces en el convento de los dominicos y otras en un hospicio de pobres. Para orar y hacer penitencia, se retiraba a una cueva de los alrededores, la hoy llamada “Cueva de San Ignacio de Loyola” en la cual estuvo 11 meses.

Después de unos días experimentó una crisis espiritual llamada “la noche oscura del alma”. Finalmente, el santo salió de aquella crisis sintiendo gran alivio y gozo. Aquella experiencia dio a Ignacio un gran discernimiento y una habilidad singular para ayudar a los escrupulosos. Con lo que escribió su primer libro: “Ejercicios Espirituales.

Al final, en febrero de 1523, Ignacio pudo partir a Tierra Santa pidiendo limosna durante su recorrido. Tras peregrinar por los Santos Lugares, en 1524 Ignacio regresó a España en donde ingresó en la universidad de Alcalá de Henares primero y después en la de Salamanca en donde pudo adquirir conocimientos de todo tipo.

En 1528 viajó a París en donde pasó tres años y medio en el Colegio de Santa Bárbara, perteneciente a la universidad de “La Sorbonna” dedicado a la filosofía. Ahí indujo a muchos de sus compañeros a consagrar los domingos y días de fiesta a la oración.

Por aquella época, se unieron a Ignacio otros seis estudiantes de teología: Pedro Fabro, que era sacerdote de Saboya; Francisco Javier, un navarro; Laínez y Salmerón, que brillaban mucho en los estudios; Simón Rodríguez, originario de Portugal y Nicolás Bobadilla. Todos ellos en 1534, en el mismo año que recibieron el título de la universidad, hicieron voto de pobreza, de castidad y obediencia comprometiéndose a estar a las órdenes del Sumo Pontífice para que los emplease en el servicio de Dios como mejor le pareciera.

Ignacio partió de París, en la primavera de 1535. Su familia le recibió con gran gozo, pero el santo se negó a habitar en el castillo de Loyola y se hospedó en una pobre casa de Azpeitia.

Dos años más tarde, se reune con sus compañeros en Venecia con la intención de servir como sacerdotes en Jerusalén. Pero la guerra entre venecianos y turcos les impide partir y mientras esperan a embarcar, trabajan pastoralmente y se designan como la “Compañía de Jesús” (Societatis Jesu, S.J.).

2 san-ignacio-loyolaLos compañeros de Ignacio, que eran ya diez, se trasladaron a Roma; Paulo III los recibió muy bien y concedió a los que todavía no eran sacerdotes el privilegio de recibir las órdenes sagradas de manos de cualquier obispo. Después de la ordenación, se retiraron a una casa de las cercanías de Venecia a fin de prepararse para los ministerios apostólicos. Los nuevos sacerdotes celebraron la primera misa entre septiembre y octubre, excepto Ignacio, quien la difirió más de un año con el objeto de prepararse mejor para ella. Como no había ninguna probabilidad de que pudiesen trasladarse a Tierra Santa, quedó decidido finalmente que Ignacio, Fabro y Laínez irían a Roma a ofrecer sus servicios al Papa. También resolvieron que, si alguien les preguntaba el nombre de su asociación, responderían que pertenecían a la Compañía de Jesús (San Ignacio no empleó nunca el nombre de “jesuita” (este nombre comenzó como un apodo). Durante el viaje a Roma, mientras oraba en la capilla de “La Storta”, el Señor se apareció a Ignacio, rodeado por un halo de luz inefable, pero cargado con una pesada cruz. Cristo le dijo: “Ego vobis Romae propitius ero” (Os seré propicio en Roma). Paulo III nombró al padre Fabro profesor en la Universidad de la Sapienza y confió a Laínez el cargo de explicar la Sagrada Escritura. Por su parte, Ignacio se dedicó a predicar los Ejercicios y a catequizar al pueblo. El resto de sus compañeros trabajaba en forma semejante, a pesar de que ninguno de ellos dominaba todavía el italiano.

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