Shiro Amakusa Museo
Amakusa Shirō (¿c.1621? – 1638), también conocido como Masuda Shirō Tokisada, fue el líder de los insurgentes que protagonizaron la rebelión de Shimabara, la amenaza más seria que enfrentó el shogunato Tokugawa durante sus casi dos siglos y medio de existencia. Amakusa Shirō lideró la defensa del castillo Hara.
Hijo del partidario Clan Konishi, Shirō nació en Kami-Amakusa, ciudad ubicada en Kumamoto, Japón, y aceptado por los líderes de la rebelión de Shimabara como el “Cuarto Hijo del Cielo”. San Francisco Javier predijo que Amakusa sería el destinado a liderar la cristianización en Japón. Shirō falleció durante el asalto final al castillo Hara, en el año de 1638. Shirō lideró la defensa de Hara y murió cuando el castillo cayó derrotado, también fallecieron junto a él otros defensores que lo acompañaban. Su cabeza fue puesta sobre una lanza en Nagasaki por un largo tiempo, como advertencia para cualquier otra futura potencial rebeldía del cristianismo.
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ANTECEDENTES
En la península de Shimabara, territorio que había pertenecido al clan Arima, el cristianismo había arraigado con fuerza debido a la presencia de varias instituciones fundadas por los jesuitas, entre las que se pueden mencionar, entre otras, un seminario y una imprenta. Debido a las persecuciones anticristianas emprendidas tanto por Toyotomi Hideyoshi como posteriormente por el shogunato Tokugawa, un importante número de los pocos cristianos japoneses (kirishitan) que habían conseguido sobrevivir, optaron por refugiarse en ese lugar, que desde 1615 contaba con un nuevo daimio, Matsukura Shigemasa, que no se mostró especialmente combativo contra sus creencias. La situación cambiará en 1616 cuando su hijo Shigeharu le suceda en el gobierno, que se dedicará con furia a erradicar toda manifestación cristiana en su territorio.
En lo que se refiere a las Islas Amakusa, anteriormente dominadas por el clan Konishi, la práctica totalidad de sus habitantes eran fervorosos cristianos pese a las medidas adoptadas por su nuevo gobernante, Terazawa Hirotaka, que ordenó cerrar varias iglesias con el fin de desmoralizar a sus súbditos cristianos. Cuando en 1633 le suceda su hijo Katataka, se desatarán violentas persecuciones acompañadas de abusos, que provocarán un creciente descontento entre la población.
Desde 1605, tanto en Shimabara como en las Islas Amakusa, la situación era ciertamente complicada debido a una sucesión de malas cosechas y por las cada vez más exigentes demandas de sus gobernantes, que no hicieron mas que sumir aún más en la miseria a sus pobladores.
Cuando en 1614 el shogunato Tokugawa decrete la expulsión de todos los misioneros cristianos de Japón, uno de los jesuitas que se vieron obligados a abandonar el país, de acuerdo con las crónicas japonesas del momento, pronunció la siguiente profecía:
”Cuando hayan pasado cinco lustros, florecerán los árboles secos, flotarán en el cielo de Poniente nubes de sangre y aparecerá un niño investido de poder divino que traerá consigo el renacer de la Cristiandad japonesa”.
Las palabras del anónimo jesuita se propagaron rápidamente entre los cristianos japoneses, y en 1637, dos años antes de que se cumpliese el plazo establecido por la profecía, las lluvias comenzaron a escasear con mayor frecuencia y se produjeron fenómenos anómalos como la aparición de nubes ensangrentadas durante el crepúsculo y la anormal floración de los cerezos a fines del otoño de ese año.
Todos estos fenómenos y la aparición de la figura mesiánica de un joven kirishitan llamado Shiro Amakusa (también conocido como Amakusa Shiro Tokisada, y tras su bautismo como Jerónimo), que tiempo atrás había sido identificado como “El Cuarto Hijo del Cielo ” y el “Niño Divino ” de la profecía, y que afirmaba haber tenido una revelación del propio Jesucristo, afectaron significativamente en el ánimo de la población, que poco después tomará la decisión de alzarse contra los abusos de sus gobernantes.
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ESTALLA LA REBELION
La tortura y asesinato en las Islas Amakusa de la hija de un campesino que no había podido satisfacer a tiempo el pago de sus tributos, fue el desencadenante último de lo que se conocerá posteriormente como la Rebelión de Shimabara. Unas 37.000 personas, mujeres y niños incluidos, se alzaron para poner fin a los constantes maltratos y abusos que estaban sufriendo. Dirigidos por cinco ronin y por el joven Shiro, lograron proveerse de armas tras derrotar con sus aperos de labranza a dos expediciones militares enviadas por el daimio de Amakusa. Pese a unos comienzos prometedores, los rebeldes sufrirán su primera derrota en enero de 1638, momento en el cual decidieron sumar sus fuerzas a los sublevados en Shimabara.
La rebelión estuvo teñida de indudables manifestaciones y elementos cristianos que ganaron fuerza en el transcurso de la revuelta. Las crónicas japonesas narran como los sublevados portaban estandartes con lemas cristianos escritos en portugués y comenzaban sus ataques encomendándose a Cristo y a la Virgen.
La máxima autoridad de Japón en aquellos momentos, el shogunIemitsu, no tendrá conocimiento de los graves hechos que estaban teniendo lugar en Shimabara y en las Islas Amakusa hasta el 16 de diciembre de 1637. Poco después, el shogun ordenará a Shigeharu, que en esos momentos se encontraba en Edo, partir hacia sus dominios para sofocar la revuelta, a donde llegó el 15 de enero de 1638, coincidiendo con la toma del castillo de Hara por los rebeles.
De acuerdo con las noticias que había recibido el shogun, los motivos del levantamiento eran esencialmente de tipo religioso. Bajo ningún concepto el shogunato estaba dispuesto a permitir una rebelión, y mucho menos si se trataba de cristianos. Con el fin de solventar lo antes posible la situación, se decretó el envío de un contingente armado al mando de Itakura Shigemasa, hijo de Itakura Katshushige, gobernador de Kioto, que se encargaría de coordinar las operaciones de castigo. Tan pronto llegó a su destino, Shigemasa se preparó para poner bajo asedio el castillo de Hara con un ejército de 50.000 hombres, cosa que haría el 3 de febrero de 1638. La operación acabó siendo un desastre para los sitiadores, cobrándose en uno de los ataques la vida del propio Shigemasa.
El 14 de febrero, Matsudaira Nobutsuna llegó con refuerzos, y en lugar de emprender un nuevo ataque, prefirió mantener el asedio con la esperanza de que el hambre pusiera fin a la resistencia de los rebeldes. Nobutsuna contaba con apoyo naval de los mercaderes holandeses, que enviaron al De Ryp, un navío de guerra de veinte cañones que bombardeó el castillo de Hara entre el 24 de febrero y el 12 de marzo de 1638.
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EL COMIENZO DEL FIN
A principios de abril de 1638 las provisiones comenzaron a escasear en el castillo de Hara, y los sitiados planearon una incursión que se desarrollaría durante la noche del 4 al 5 de abril para proveerse de bienes. Aunque no lograron su objetivo, si causaron numerosas bajas en el ejército de uno de los sitiadores, Nobutsuna, que indignado al saber lo ocurrido, desencadenó un brutal ataque contra el castillo el 12 de abril, logrando destruir parte del sistema defensivo del castillo. Dos días más tarde los sublevados se rendían, y el 15 de abril Nobutsuna les obligó a abjurar de su fe cristiana. Buena parte de los prisioneros se negaron a ello, ante lo cual Nobutsuna decretó su condena a muerte. Entre ellos se encontraba Shiro, que tras su captura acabaría siendo decapitado. Su cabeza fue clavada en una lanza y expuesta posteriormente en Nagasaki durante algún tiempo, como advertencia ante posibles levantamientos.Una vez se logró sofocar con éxito la rebelión, el shogun Iemitsu acusó a los mercaderes portugueses de lo sucedido, poniendo fin a todo acuerdo con estos y al comercio entre Japón y Macao. Asimismo, reprendió con severidad a Matsukura Shigeharu por sus abusos hacia la población campesina, ordenándole cometer seppuku. En lo que respecta a Terazawa Katataka, le desposeyó de todos sus dominios en las Islas Amakusa, y nueve años después se suicidará en el Templo de Asakusa en Edo.